miércoles, 8 de diciembre de 2010

Lasallanos queridos...



Si la pena tiene un nombre será el mío, desde ya la nostalgia y la tristeza me están asaltando constantemente, sin piedad y con certeza.

Pensar que me decían que no encajaba en el colegio, pobres cretinos, yo no me debo a mis colegas, ni siquiera a mí mismo, si me debo a alguien es a mis alumnos, como alguna vez dije la literatura me salvó de la locura, ahora lo repito, la literatura y mis alumnos me salvan infinitamente de ese terreno pantanoso llamado locura, conocida como realidad.

El problema de ser profesor y amigo a la vez, es que uno siempre acaba arrastrando la pena. A pocos días de verlos avanzar no puedo evitar sentir el corazón apretado, sentir en la garganta un huracán enorme que me impide respirar, sentir que sus recuerdos van abrigando mis pasos pero a la vez van diluyendo mi panorama, y sí, me niego aceptar ponerle ese triste punto final, y quedarme con ese murmullo crepitante que escucharé en los recreos, diciéndome, oye aún estamos aquí y al voltear desesperado por tratar de verlos, serán sus recuerdos los que me digan a la vez ya nos fuimos, los extrañaré demasiado mis queridos lasallanos, ustedes son la razón más excelente para saber que tengo sentimientos y que sé querer, desde ya ha sido un enorme honor haber trabajado con ustedes, gracias totales a cada uno , gracias hasta las lágrimas y no quiero decir adios, porque solo se despiden aquellos que no volverán...