miércoles, 20 de julio de 2011

SUPUESTOS SUJETOS ABYECTOS EN "EL SEXTO" DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

Siempre se ha considerado específicamente a Arguedas como un autor que ofrece una visión de lo andino desde lo adentro o lo más exacto a este mundo, y que esta visión servirá como una lectura correcta para los occidentalizados.

El Sexto1 muestra al lector un mundo carcelario y nos hace partícipe de él, en el recorrido de la lectura, donde el narrador-personaje Gabriel, mediante su narración nos adentra a esta realidad, además posee una función crítica, así no sólo lo muestra sino también juzga el mundo que se está retratando2:

"Es una suerte de viaje por los infiernos terrestres, los más terribles, cuya significación se revela de golpe, en una sola y definitiva intuición. La cárcel se percibe desde el primer momento como un monstruo devorador, que tritura y traga a los hombres. La realidad que más se le acerca es, simbólicamente, la del cementerio3"

El Sexto es un espacio en el que los recluidos supuestamente expían sus culpas cometidas en la sociedad, sin embargo eso no ocurre, debido a que es un mundo autónomo, jerarquizado, que legisla sus propias leyes y normas; y donde los recluidos continúan cometiendo aún sus delitos, cosa común con la realidad carcelaria peruana4 . Lo paradójico aquí, en El Sexto, es que aquellos que configuran el estrato del poder son los que pertenecen a lo subalterno5 o también a lo abyecto6.

Occidente al construir su orden social y jerarquizado, genera la categoría del sujeto, como su centro, la cual esta designada al individuo blanco, varón, heterosexual, casado, disciplinado, trabajador, propietario y dueño de sí mismo. Todos aquellos que no configuren las características anteriores mencionadas, son considerados también como lo abyecto y sin estos, no se podría diferenciar y/o generar la categoría del sujeto.

El Sexto está conformado por tres pisos, en el primero están los criminales más peligroso y los vagos; en el segundo, los delincuentes no avezados; en el tercero, los presos políticos, como los apristas, los comunistas y los que no tienen ninguna ideología, donde es que se encuentra Gabriel7.

Los presos políticos son apáticos cuando se trata de todo aquello que ocurra en la cárcel y con los que en ella viven, y mientras que no se trate con algo que lo vincule con su piso. Su lucha está encaminada, concientizada y arraigada para y por la sociedad. Un recluso político le comenta a Gabriel: “¡Hermano Gabriel; esa es la pelea grande, no está contra las porquerías del sexto!” (136). Esta puede ser una de las razones por la que “Puñalada” (un negro) y el “Rosita” (un homosexual) prácticamente gobiernan la cárcel, disponiendo de todo lo que puede ser vendible.

Como vemos El Sexto nos propone una resemantización8 y un reajuste sobre las reglas de lo convencional o lo natural, y con las que se rige el mundo real o lo fáctico. Así es como lo abyecto o lo subalterno son los que se adjudican el poder y no los sujetos9.

Pero esta cualidad, no hace que se marque nítidamente una fraternidad entre los “marginados”, todo lo contrario, solo algunos son los “cabecillas” y gozan sádicamente con el dolor propinado a otros que no ostentan el poder:

“Puñalada tumbó al japonés junto a los huecos de los wáteres; y cuando vio que ya se hacía, llamó a gritos al pianista. ¡Ven, mierda; ven, huerequeque!” le gritó. Lo arrastró junto al japonés. “¡toca sobre su cuerpo, carajo¡” –le ordenó-. ¡Toca un vals! “Ídolo”. Aunque sea La Cucaracha, “¡toca huerequeque!” lo hizo arrodillar. Y el pianista tocó sobre las costillas del japonés, mientras el desgraciado se ensuciaba. El negro se tapó las narices. “¡toca hasta que acabe!”, gritaba…Puñalada y sus socios se reían."(29)

Como se observa, Puñalada, sádico por naturaleza, se deleita humillando, resemantizando a sus víctimas en animales o seres inertes, cosificándolos10, pero este cuadro no está completo sin sus adeptos que fungen como espectadores, de tal forma corrompen al punto de la deshumanización, dando la impresión de que absolutamente todo puede corroerse, destruirse, enajenarse: “Ese negro gigante es un infierno amargo. Por eso el general lo tiene aquí, contra nosotros y contra la vida…” (115).

Pero este infierno no solo está regentado por el Puñalada, sino también por Rosita, el homosexual, también delincuente cuya ambigua conducta, puede fluctuar fácilmente desde el entonar una triste canción hasta el de cometer un homicidio.

La voz de Rosita nos interrumpió.
Partiré canturreando
Mi poema más triste
Le diré a todo el mundo
Lo que tú me quisiste…

Rosita volvió a cantar. Todo el penal quedó como en silencio.

"A medida que Cámac iba analizando el canto del Rosita, la voz delgada, clara y sentimental del invertido, penetraba en la materia integra del Sexto. “¡Es su flor, su flor verdadera! A nosotros parece también nos toca –siguió diciendo Cámac-. Pero cuando tengamos nuestra propia guitarra, ya no entrará a esta celda. Ya no va a entrar11” (51).

"Es Rosita –me dijo-, es un marica ladrón que vive sola en una celda, frente a nosotros. ¡Es un valiente! Ya la verás. Vive sola. Los asesinos que hay ahí la respetan. Ha cortado fuerte, a muchos. A uno casi lo destripa. Es decidido" (19).

Tanto Rosita como Puñalada, a pesar de situarse dentro del poder, no dejan de seguir siendo percibidos como abyectos o subalternos, es decir, se les niegan la categoría de sujetos o seres humanos, pudiendo relacionánlos con animales, objetos o cosas. Estos personajes desestabilizan, desordenan, pero a la vez atraen y fascinan12.

“No miraba jamás directamente; hacía como los caballos, que por la forma de la cabeza y la inmensidad de los ojos, nos miran por un extremos de ellos. Puñalada era muy alto; en algo influía su estatura, o lo ayudaba, a dar naturalidad a esa manera como premeditada y despectiva de mirar a la gente y como era negro y la córnea de sus ojos estaba algo oscurecida por manchas negruzcas, su mirada parecía adormecida e indiferente. ¡Nadie es asesino como él! Me dijo Cámac, en voz baja. Tenía la facha y la expresión del maleante típico” (21-22).

Aparte de existir una analogía entre Puñalada y el caballo, ligándolo como a una bestia, Cámac resalta la inmunidad emocional del negro, convirtiéndolos así en una cosa o un objeto.

Dentro de El Sexto, también se encuentran los vagos, otros abyectos, que no tienen la relevancia de los dos anteriores mencionados, pero que viven al margen, al extremo y básicamente su función es redefinir a los supuestos sujetos, gracias al poder que obtienen en el penal.

"Pero Puñalada, Rosita y otros grandes del piso de bajo, defecan sobre periódicos, en sus celdas, y mandaban vaciar los paquetes en los huecos con los vagos y aprendices de ladrones que formaban el servicio de cada uno de ellos. Eran los “paqueteros”; otros les llamaban “chasquis”, los correos del Inca". (31)

Los vagos son sobrantes, escorias, descomposición de la descomposición, entes que no valen, y en una escena del texto, Cámac le comenta a Gabriel el por qué de esta existencia:

"La corrupción hierve Lima, porque es caliente; es pueblo grande. La suciedad aumenta cada día, nadie limpia; aquí y en los palacios. ¿Tú crees que junto al Mantaro viviría, habría ese Maraví y esos lamesangres, el Rosita y ese pobre Clavel? Lo hubiéramos matado en su tiempo debido, si hubiera sido. Allá no nacen. El alma no le hace contra su natural sino cuando la suciedad lo amarga. Aquí, en el Sexto, la mugre está afuera; es por eso la pestilencia ,y por el hambre. En los palacios de los señores la mugre es de antiguo, es más por adentro. Vendrá de la ociosidad, de la plata guardada, conseguida a costa de la quemazón de medio mundo, de esta pestilencia que estamos sufriendo". (35)

Como se puede inferir, estos personajes son producidos por la misma capital, en antagonismo al Mantaro, el campo, la sierra; es definido por oposición como limpio y puro, libre de lo abyecto y lo periférico. Donde la culpa de todo esto, no solo se encuentra en la cárcel, también en la desigualdad social y la explotación económica que se centra en la ciudad y que es la que pudre todo.

"El Perú es de fierro. Sobre el fierro hay arena ¿no es cierto? Llega el viento, se lleva la arena y las pajitas; el fierro después brilla fuerte. La arena sucia son los gringos, los gamonales, los capataces y los soplones; los traidores. El viento de la revolución los barrerá. Entonces la mano del obrero y del campesino hará que el Perú brille para siempre, con el alumbrar de la justicia. ¡Caray, entonces sobre las cumbres de nuestros cerros, en el nevado, temblando, la bandera peruana no tendrá igual! ¡La bandera peruana con su llama y su arbolito!" (51).

De esta manera, el capitalismo es señalado como siniestro, nocivo o pernicioso. Así el Sexto es abarca todo el horror y miseria que sucede fuera de él, en la sociedad peruana. Así como el Sexto transforma a los hombres en animales, cosas u objetos; igualmente, el capitalismo nos reduce a la descomposición moral, lo deshumanizado.

Un ejemplo de esta descomposición se da con Clavel, que fue violado por Maraví y posteriormente convertido en su pareja, luego vendido a Puñalada, donde éste último lo prostituyó para el resto de los presidiarios:

"En la puerta de la celda de Clavel se había formado una fila de cinco hombres que parecían servir de pantalla delante de la reja. Un hombre estaba completamente pegado a la reja de la celda. Esperamos. El hombre se separó de la reja, se abrochó el pantalón y se encaminó hacia la escalera.
-Ahora tú antes de que se canse- dijo el que estaba pegado en la puerta de la pared y parecía que mandaba la fila-. ¡Apúrate!
Otro individuo que estaba fuera de la fila, se acercó a la reja.
-¡Ya no! –dijo-, y se retiró al otro muro.
-Anda, rosca, a dormir! ¡Te has aguado! Dijo en voz alta el que mandaba la fila- Así agachado, aguanta poco. Puñalada puede venir y pegarle". (126-127)

Gabriel aterrado le comenta a Cámac:

¡El Clavel, hermano, ahora es una bestia, le han robado la pequeña alma de loco que tenía! ¡Ahora es una bestia, una bestia silenciosa, ya sin sentidos, y está casi enfrente de mi celda! No tendrá ya sosiego, como los sapos que parvadas de niños martirizan, echándoles mazorcas de espinos sobre el cuerpo, hincándoles con palos, cortándoles las patas, regocijándose con la sangre que brota de sus heridas; mientras él se arrastra, cada vez más lentamente, marcando el suelo con la baba que cae de su boca. ¡Hermano Cámac, la noche no va a terminar nunca! (128).

Existe una fuerza extraña, una energía maligna, aduciendo que en el mundo se puede pervertir todo, y que ni Puñalada, ni Rosita, ni el General son quienes lo producen, sino es el Capitalismo, el verdadero responsable, y los otros personajes sólo son sus fantoches, siendo este sistema despótico y deshumanizado, el que se ha apoderado del Perú.

Ni bien cayó preso Gabriel, se percató que el lugar estaba infestado por algo lúgubre, algo que lo atemorizaba e iba colmándolo a medida tenía mayor contacto con la cárcel:

"Nos trasladaron de noche. Pasamos directamente por una puerta, del pabellón de celdas de la Intendencia, al patio del Sexto. Desde lejos pudimos ver, a la luz de los focos eléctricos de la ciudad, la mole de la prisión cuyo fondo apenas iluminado mostraba puentes y muros negros. El patio era inmenso y no tenía luz. A medida que nos aproximábamos, el edificio del Sexto crecía. Íbamos en silencio. Ya a unos veinte pasos empezamos a sentir su fetidez". (17)

Dicha pestilencia no es más que el clima amoral que se vive dentro, como la corrupción, la prepotencia, el abuso sexual de los más débiles e incluso su prostitución, el homosexualismo, la deshonra sistematizada y diaria, etc.; todo esto configura al Sexto y lo vuelve repulsivo y terrible:

"Con la humedad de la noche y el viento, la fetidez del primer piso subía, invadía las celdas, iba a la calle; llegaba a todas partes junto con el ruido de las cucharas que los asesinos del primer piso hacían tocar para marcar el compás de los valses, polkas y pasos dobles. La fetidez ahogaba las celdas aquella noche; llovía". (49)

Una forma de protección que encontró Gabriel ante tanta fetidez fue lo único que en el texto se le antepone como limpio y puro, es decir, su origen andino y mediante éste, en forma constante se torna melancólico, siendo una de las posibilidades por la cual siempre se sintió próximo e identificado con Cámac, también del Ande como él. Al morir este último, Gabriel suelta el siguiente ruego:

"¡Llévame tú, que ya eres todopoderoso, llévame a la orilla de alguno de los ríos grandes de nuestra patria! Al Pampas, al Apurímac o al Mantaro. ¡Yo veré el rio, la luz que juega sobre el remanso, las piedras que resisten el golpe de la corriente, y me purificaré de todo lo que he visto en esta cueva de Lima! Bajo las montañas quemadas por el sol y la helada, nuestros ríos están corriendo ahora entre los bosques de retama. Llévame o haz que piense en nuestros campos sembrados, en nuestros pueblos". (128)

Así es como vemos que Gabriel se siente contaminado y busca irremediablemente la forma de purificarse, por eso huye hacia sus recuerdos de lo andino, personificado en Cámac, sin embargo la llegada de un niño andino lo cambiará drásticamente. Puñalada lo tomó como pertenencia y lo violó, a lo cual Gabriel deja ese estatus de diferente y se mancha tambien con esa fetidez que a todos abarca, deseando únicamente la muerte del negro:

"-Tengo en las entrañas el llanto de ese muchacho, y lo otro, lo otro de lo que ya no se puede hablar. Ustedes tienen una ideología y una disciplina. Yo soy libre. Puedo, si me es posible, degollar a un monstruo. El negro, después que he visto lo que ha hecho, debe morir. Es como aplastar un animal venenoso que se te acerca".(136)

Como se ve nítidamente, Gabriel ha pasado de la acción contemplativa, hacia la del común en la cárcel, que es asesinar:

"Las paredes de esa prisión, su fetidez nauseabunda, ese piso de abajo que los vagos lamen; todo me empuja a procurar la muerte del negro. Será un poco como matar al sexto". (135)

Gabriel ya dejó de ser ese distinto, el puro e inmaculado que entró al Sexto, cuya pestilencia moral, deshumanización y putrefacción llegó también a trastocarlo, a corroerlo. Suficiente era esa sensación, ese sentimiento negro que ahora moraba tambien en él para sentirse identificado ahora con los demás reos y como uno más de ellos. Finalmente, esa miseria, ese odio han triunfado, dándole así razón a la premisa de que todo puede destruirse, podrirse, inclusive lo puro o lo andino.




Pie de Páginas:


1) Todas las citas del presente trabajo corresponden a la edición conmemorativa por el centenario de su nacimiento: Lima, Horizonte, 2011.


2) A diferencia de sus textos anteriores, aquí Arguedas por vez primera se aleja del campo o la provincia para posicionarse en la capital, olvidándose de las descripciones del paisaje andino. Lo que aún mantiene es el carácter autobiográfico y el punto de vista del narrador. Lo novedoso está en relación a lo carcelario, la homosexualidad y los partidos políticos definidos.


3) Cornejo Polar, Antonio. “Los Universos Narrativos de José María Arguedas. Lima, Horizonte, 1997.


4) Cornejo Polar dice: “La realidad carcelaria no solo revela la índole de la vida nacional al ser resultado de ella. También la revela porque El Sexto resulta ser una imagen del Perú. Detrás de sus muros se construye un mundo equivalente al de la nación; allí chocan las razas, las clases sociales, las subculturas que integran (o desintegran) el país; allí se repite, con más ferocidad pero igual naturaleza, la violencia del orden establecido, su verticalidad tiránica solo avalada por la fuerza; allí contienden las ideologías políticas de los partidos; allí, en fin, el hombre explota al hombre; el dinero y el poder emanan de un único centro y regulan toda la vida, una vida que desconoce la libertad y la justicia.


5) El sujeto relacional es construido por la jerarquía y con una real asimetría en el ejercicio del poder. No es entonces un sujeto trascendental ni unitario sino más bien uno desplazado que se involucra con cuestiones de raza, género, nacionalidad, etc.


6) Lo abyecto designa aquí precisamente aquellas zonas invisibles, inhabitables de la vida social que, sin embargo, están densamente pobladas por quienes no gozan de la jerarquía de los sujetos, pero cuya condición de vivir bajo el signo de los invisible es necesaria para circunscribir la esfera de los sujetos. Además, no solo tiene que ver con cuerpos cuyos sexos, géneros y sexualidades están fuera de la norma hegemónica, también alude a cuerpos y vidas que son rechazados por su piel, etnia, raza, religión, cultura, entre otras posibilidades.


7) Curiosamente es el piso más alto, el cual puede ligarse fácilmente con lo hegemónico, además son estos quienes generan una distancia con los reclusos de los demás pisos y se asumen como los únicos indicados para darle el rumbo correcto al progreso que tanto necesita el Perú.



8) Entiéndase aquí el concepto como la capacidad que tiene el hegemónico para quitar el significado primario y configurarle uno nuevo.


9) De forma antojadiza, utilizare el termino “sujeto anfótero” para designar al subalterno como aquel que asume el poder mas no lo direcciona contra el sujeto, propiamente dicho, ya que éste posee ambas cualidades en una especie de mundo carnavalizado.


10) Entiéndase la categoría como el proceso que tiene lo hegemónico para apropiarse o volverlos un elemento de su pertenencia.


11) Como se aprecia Cámac no solo posee una actitud crítica o reflexiva, sino también rechaza la condición homosexual de Rosita.


12) Julia Kristeva dice: “Lo abyecto es entendido como todo aquello que perturba el orden, la identidad, el sistema; es aquello que nos fascina, pero, a la vez, nos causa temor y repele, porque pone en riesgo las fronteras de nuestro universo; es un polo de atracción y repulsión simultánea, que coloca a aquel que está habitado por él, literalmente fuera de sí.