miércoles, 26 de agosto de 2009

La Calle de “El Olvido”


Hay una clase de teoría y practica
no programada
que se pierde en los recovecos de la vida
algunos la llaman tragedia; yo, el jirón del olvido

tenia 6 años, la expresión inundada y un hoyo en la voz
que quería acercarme al destino de mis padres

ellos pintaron mi cuarto de cielo y en el techo
un ángel que prometía ser mi guarda

me enseñaron a querer ir a la primera misa todos los Domingos
aprender los mil y un rezos por convicción
y que Dios es humano porque no sólo perdona sino comprende

como en toda ley natural vive el “pero”
que viene disfrazado de encantos con promesas
y termina por colgarnos de los cabellos

me llamo “hijo de la calle”
sigo en la idea de una casa con los brazos abiertos y a la vez la incertidumbre
si entenderán que quien le arrebate sus cosas
y lo cambien por el eterno plato de frejoles
puede ser aquel que cantaba con el rumor de tu vientre.

Con cariño para Dalla



LA ÚLTIMA MORADA


Con cariño para Dalla


La suma de todos los ocasos eran sus mejores aliados, sólo ellos sabían la increíble realidad escondida bajo su silencio; sus miradas rígidas, sus músculos indiferentes, sus colores casi ausentes, los maquillaban de la manera más exacta posible, hasta ellos sin querer, muchas veces pensaban que sus amigos dejaban de ser sus amigos para mezclarse esta vez de forma real en lo que pretendían.

No tomaban esta vida por cuestión del destino, o porque una perfección divina les otorgó esa tarea, lo tomaron porque habían otros seres; en muchos casos más fuertes y más extensos que ellos, que se comunicaban por sonidos extraños, no lineales y muy diferentes al de nosotros.

Nos veían como inferiores, como si fuésemos una extraña y lúdica alegoría que debían cuidar o tornarse un juguete con vida.

Estábamos cansados y cada vez era una carga más incomprendida, más difícil de descifrar, ¿Porqué nosotros?, si también conversamos, también creamos, también amamos, además en una balanza de virtudes somos más adaptados a todo tipo de ambientes, nuestro lenguaje no necesita de aparatos para difundirse, basta con desearlo mostrar a todos para que nuestros sonidos lleguen a sus pensares y sobre todo somos mejores padres, ya que sólo los dejamos cuando ellos son aptos y nunca atentamos contra sus vidas, cosas que ustedes nunca valoran; y así nos menosprecian.

Otra vez se juntaron cuando los únicos capaces de verlos eran ellos mismos, esta vez dibujaron un círculo perfecto, y en el centro estaban los más representativos de tamaña pléyade de reclamos, justicias e ideas.

Yo; en calidad de fiel unidad a todos nuestros pensares y pesares, propongo que desviemos este imperdonable agobio y ya no seamos el mismo fantoche que se mueve a las órdenes de sus caprichos.

Muchos no aceptaron tal propuesta, pero comprendieron poco a poco que era el camino más lúcido; y la ventaja era que ya no serían uno más en el saco de juguetes o la cosita llamativa que pasean por la calle o que enjaulan en sus casas.

Casi en el mismo horario al día de ayer, un pequeño número de ellos, entre los más decididos y los más colmados de vergüenza colectiva, se dirigieron al cementerio, en el cual se exponían con el orgullo y la realidad ajena a todos nosotros, unos cuantos de nuestros antepasados; virtuosos padres que si bien no sabíamos si vivieron nuestra presente cárcel, ahora ya petrificados ostentan un final con matiz de laurel y no nuestro sabor a paria.

El amanecer casi inmediato del nuevo día sorprendió al trío de custodios, ya que observaron algo raro en la galería, la cantidad del material a exponer parecía que había aumentado o es que el área de los vitrales de manera extraña se redujo.

Fue tomado como primero, el mostrario de la universidad más popular de la capital, corriendo la misma suerte el de las demás universidades, centros de cultura y afines, y así poco a poco tomaron en un principio el país.

Lo que en un comienzo fue una observación singular, ahora se tornó una radical respuesta o tal vez en un caos futuro y universal.

Sólo nos fue necesario un puñado del tiempo para que ellos nos extrañasen, a tal punto de tratarnos de imitar con máquinas mal formadas y sin brillo.

Muchos de sus pequeños les reprocharon y les criticaban con el filo agudo de la indiferencia, “No volveremos a ser felices, y todo por culpa de los mayores”; ésta fue la sentencia más honda y más justa para nosotros.

A pesar de todos sus lamentos y sus casi religiosas visitas a nuestras nuevas moradas; no desistimos de nuestra resolución; no sé si por orgullo o por miedo de resucitar aquel calvario.

Ahora junto a nuestros antepasados perdimos la noción de todo y sólo nos dimos cuenta cuando formamos parte de su significado.